Moacir Barbosa murió por segunda vez una noche de viernes de abril de hace catorce años. Lo hizo solo, olvidado, despreciado y pobre. En su entierro, en Praia Grande, apenas cincuentas personas acudieron a despedirlo. Barbosa tampoco se habría sorprendido. Su condena por aquel maldito balón que vieron entrar 200.000 cabezas en Maracaná por fin había terminado. El culpable del ‘Maracanazo’ descansaba en paz para siempre.
En 1993, en plena disputa de las eliminatorias para jugar el Mundial de los Estados Unidos, el primer arquero negro de la historia de la ‘verdeamarela’ osó pasar por la concentración brasileña a saludar a los futbolistas. Fue hasta la puerta. No lo dejaron entrar. “Que no pase y que no vuelva”, fue la orden de las autoridades. El fútbol nunca, nunca, tiende la mano. “La culpa no fue de Barbosa. A esa pelota la hizo entrar el destino”. Que Ghiggia, el autor de aquel maldito gol, lo eximiera, no le bastó tampoco a Barbosa. El de Campinas jamás encontró su perdón.
La camiseta ‘red’ de Fernando Torres, un buen chico de Fuenlabrada, arde en llamas en el noticiero de las tres. Besada y enaltecida en otros tiempos, como la del 1 de Barbosa, la azulgrana de Figo o la ‘Cavs’ de LeBron, se convierte hoy en el Moby Dick del capitán Ahab.
¿Cómo perdonar una ofensa como esa?, ¿Cómo dejar vivir a Cardeñosa o a Arconada? Nuestro egoísmo nos impide querer más allá de unos colores. Los deportistas no sienten la camiseta, decimos. ¿Pero acaso sentimos nosotros a los jugadores más allá de su camiseta?, ¿Perdonamos sus fallos definitivos bajo palos o con el balón en los pies? Agüero seguirá siendo ese joven divertido que dibuja cómics aunque elimine las franjas rojas de su elástica. ‘El Niño’, en Londres, no dejará de ser ‘El Niño’.
Otro noticiero, apenas un día después, muestra a un hombre que acaba de enterrar a su hija. Ante las cámaras, con una sorprendente entereza, Toni Cantó se refiere al conductor ebrio que ocasionó el accidente mortal: “A este último, al hombre que les quitó la vida, le deseo una pronta recuperación y ánimo y fuerza para soportar la carga que llevará de por vida”, lee de su carta. Ojalá el fútbol diera esa oportunidad. Ojalá Moacir Barbosa hubiera encontrado en Brasil su Toni Cantó.
Sencillamente sublime Antonio. Tienes muchas razón, cuando se oye en los estadios que si mercenarios, que si besa el escudo... ¿Acaso voy yo besando el logo de mi empresa cada vez que lo veo?
Muchas veces somos muy hipócritas y muy injustos con los deportistas.
Un saludo
Hay que partir de que en el fútbol todos estamos un poco idos de la cabeza...cuando somos de un equipo o vemos un partido no miramos más allá del fútbol...en ese momento creemos que el fútbol es lo más importante...por eso, si analizamos a los forofos desde la otra orilla, es decir desde fuera de la pasión por el fútbol...me parece igual de absurdo el quemar una camiseta de un jugador que el celebrar como loco un gol de mi equipo...no sé si me he explicado, pero en el fútbol es todo tan absurdo que cuando lo comparamos con la vida no le encuentro el sentido...lo que no quita para que piense que lo de Barbosa sobrepaso los límites...y que, sensatos como Toni Cantó quedan muy pocos en el Mundo...
Chapó Antonio, me ha encantado. En el fútbol somos muy dados a encumbrar o defenestrar a nuestros ídolos o jugadores de nuestro equipo y la pasión nos lleva, en ocasiones, donde sople el viento en ese momento...