Mi primera vez...

Alejandro Vilas.

Ya sabes que existe, seguramente ya has visto un millón de ellas, pero un día, sin esperarlo, aparece una que te atrapa, te enamora y jamás la sueltas porque no puedes concebir la vida sin ella. Es el amor, la pasión, algo fuera de nuestro alcance.

Yo sabía que existía, pues desde los cuatro años daba patadas a una pelota. Partidos, aunque era pequeño, había visto cientos, pero hubo uno que capto mi atención y quedo grabado para siempre en mi memoria. Ya sabía que me gustaba, pero ese día me enamoré. Es el amor al balompié.

Ha sido leyendo el artículo del compañero Borja en la nueva sección de “Mitos y Leyendas” cuando he recuperado las sensaciones del aquel día. Fue en un bar de mi viejo barrio del Cristo. Apenas tenía siete años, pero aquella noche me desvirgue, futbolísticamente hablando, claro. Leer algo del astro brasileño basta para revivirlo.

Hay veces que alguno se pregunta el porqué de la pasión por este deporte. Muchos no encuentran explicación lógica, quizás porque no disfrutaron de aquel partido del Calderón... Fue un 30 de Octubre del 93. El 'Dream Team' de Cruyff llegaba al Manzanares con los Guardiola, Bakero, Zubizarreta, Beriguistáin, Romario y un danés con futuro blanco. No estaba Xavi, ni Messi, ni de lejos había tanto crack como en el actual once de Guardiola, no importaba, ese equipo jugaba, y cómo jugaba. En frente estaba un Atlético con Quevedo, Solozábal, Vizcaíno, Pedro, Kosecki, Caminero y un joven Kiko que más tarde trabajaría en la Sexta. De entrenador sólo estaba la mitad, más bien un cacho, “El Cacho Heredia”.

Fue un partido trepidante, por las dos partes, de los que se echan en falta. Los azulgranas tocaban la bola más rápido que una máquina de pinball (sólo hay que ver el primer gol del partido para comprobarlo). A pesar del dominio del Barça los colchoneros no se arrugaban. Era un partido “Servibus”, de ida y vuelta.

En la primera parte Romario hizo tres goles antológicos, de auténtico artista, él era un nueve de los que jamás tendrá Guardiola. Detrás estaba el genio, el señor Laudrup. Bastó un tiempo para sentenciar (0-3), o eso creían los de Barcelona... Cuando parecía que iba a ser un paseo, todo cambio.

Comenzó la segunda parte, el Atlético se fue arriba, el Calderón apretaba, y en consecuencia, el polaco marcaba. Era el 1-3, algo hacía presagiar que no sería el gol del honor. Aunque el Barça no perdía su estilo, los colchoneros achuchaban, y cuando la remontada parecía imposible, apareció esa falta. Pedro de un zurdazo hizo que el Calderón estallase. El asedio continuaba. Con un estadio volcado, Kosecki en el 28 hizo bueno lo de “no hay dos sin tres”, nadie lo podía creer, 3-3. Se había ganado una batalla, pero no la guerra.

Aunque estaba cantado, lo mejor estaba por llegar, la épica estaba cerca, la expulsión del atlético Pirri a falta de pocos minutos hacía más grande la posible victoria. El delirio lo trajo Caminero con un gol que valía una remontada ante uno de los mejores equipos de la década.

Qué partido, qué noche, qué goles y qué fútbol dios mío. Espero que se animen y cuenten su experiencia. Esta es mi pequeña historia, todos tenemos una primera vez, un partido que nos fascinó y que nos ató definitivamente para siempre.

Un 20 de Mayo en Ámsterdam, un 18 de Junio en Chapín, un 29 de Junio en Viena o un 11 de Julio en Johannesburgo me hacen sentir que cuando aquel 30 de Octubre del 93 quedé cautivado por este deporte no me confundí, qué de momentos vividos y los que nos quedan por vivir…

Fútbol, Gracias por existir.